Tara Lintern1 y Nicholas J. Fischer2,3*
Antecedentes: Las fugas biliares son una complicación bien conocida después de un traumatismo hepático; sin embargo, su incidencia es poco frecuente y la literatura al respecto es limitada. Los objetivos de este estudio fueron identificar la incidencia, los factores de riesgo, el diagnóstico y el tratamiento de las fugas biliares en una gran cohorte de pacientes con traumatismo hepático.
Métodos: Se revisaron retrospectivamente todos los pacientes con traumatismo hepático durante un período de 15 años en un centro de traumatología utilizando datos de un registro prospectivo de traumatismos. Se revisaron los registros clínicos, los datos de radiología y de laboratorio. Se realizó un análisis comparativo entre pacientes con fugas biliares y controles emparejados por grado de lesión hepática.
Resultados: De esta cohorte de 473 pacientes con traumatismo hepático, 31 (6,6%) presentaron una fuga biliar. La lesión de alto grado fue un factor de riesgo, que se presentó en el 30% de estos pacientes, así como el daño parenquimatoso que se extendió al hilio hepático. Los niveles séricos de bilirrubina superiores a 40 μmol/L fueron predictivos de una fuga biliar. La descompresión biliar endoscópica con un stent transampular fue la técnica de tratamiento más común. El tratamiento quirúrgico se asoció con volúmenes altos de drenaje biliar.
Conclusión: La fuga biliar como secuela de un traumatismo hepático se produce en lesiones de alto grado. Los niveles de bilirrubina sérica superiores a 40 μmol/L son predictivos de fuga biliar. La mayoría de los casos se tratan con descompresión endoscópica; sin embargo, el drenaje de gran volumen se asocia con un tratamiento quirúrgico definitivo.
Vassileios Drosos1, Nicole Rickert2, Anne Marie Augustin2, Annette Thurner2, Dejan Radakovic1 y Ivan Aleksic1*
La mayoría de las lesiones de los grandes vasos torácicos son causadas por traumatismos penetrantes, pero también pueden ocurrir después de un traumatismo cerrado. La lesión combinada de la vena ácigos y la aorta torácica descendente es poco frecuente. Una mujer de 56 años sufrió un accidente automovilístico. La tomografía computarizada (TC) reveló una rotura de la vena ácigos con fracturas costales seriadas bilaterales. La vena ácigos se ligó con sutura. La TC repetida mostró un nuevo hematoma intramural de la aorta descendente que causaba compresión del tronco celíaco. Se implantó un stent aórtico Terumo Relay® por vía transfemoral. La TC repetida temprana puede detectar lesiones vasculares adicionales después de un traumatismo torácico importante y permite el tratamiento combinado abierto y endovascular de dichas lesiones.
Viravan Noman* y Anadip Sanganpanich
Las mujeres tienen más probabilidades que los hombres de experimentar síntomas de varios problemas psiquiátricos, como pesadillas e insomnio, después de sufrir estrés traumático. Después de terminar la terapia cognitivo-conductual para el trastorno de estrés postraumático (TEPT), las personas con la enfermedad con frecuencia continúan teniendo problemas de sueño. Las mujeres que han experimentado un trauma pueden beneficiarse de la terapia de ensayo de imágenes, la terapia cognitivo-conductual para el insomnio o una combinación de estos enfoques para controlar el insomnio y las pesadillas. El uso de la proposición en combinación con otros fármacos psicotrópicos o psicoterapia puede ser una forma eficaz de ayudar a las mujeres traumatizadas con sus pesadillas.