Aphu Elvis Selase*
Aunque la Organización Mundial de la Salud declaró el COVID-19 una pandemia mundial el 11 de marzo de 2020, sus efectos todavía se están viendo hoy. Los gobiernos de todo el mundo implementaron medidas estrictas en un esfuerzo por limitar los casos y desacelerar la tasa de propagación del virus debido al origen chino de la enfermedad y su rápida propagación mundial. Sin embargo, estas estrategias han destrozado los pilares clave que sustentan las economías mundiales modernas cuando la concentración nacionalista y la lucha por los recursos escasos eclipsaron el comercio y la colaboración globales. El brote de COVID tuvo importantes efectos económicos en todos los países del mundo, y no parece que ninguna nación esté exenta. Esto tiene un efecto adverso no solo en la economía sino también en la sociedad en su conjunto, lo que ha alterado drásticamente la forma en que se comportan tanto las empresas como los clientes. Curiosamente, la mayoría de los gobiernos del continente africano en particular ven este atolladero como una buena noticia y un mal necesario, al culpar a la epidemia de su fracaso en el gobierno y, posteriormente, de su fracaso a los ciudadanos. El status quo ha creado una atmósfera de terror e inseguridad en las personas, hasta el punto de que ahora la gente se muestra tímida a la hora de quejarse o de acudir al hospital por dolores de cabeza, fiebre, dolores de estómago, malaria e incluso el resfriado común que todos conocemos. Una vez que tosas en público, no solo tendrás suerte de que la gente que te rodea huya de ti, sino que además atraerás la atención de la policía. ¿Cuándo lo harás?
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