Antonio Castillo
En las últimas décadas, América Latina ha vivido un cambio hacia gobiernos de izquierda, socialmente progresistas y radicales. A pesar de sus diversas texturas políticas, todos ellos han sido elegidos democráticamente y han apelado a los sectores más marginados de este vasto continente. De la mano, la región se ha convertido en un terreno fértil para la generación, la fertilización cruzada y la consolidación de movimientos socialmente progresistas que han cambiado la historia. Desde los movimientos estudiantiles de 2011 en Chile hasta las recientes acciones de los indígenas aymaras bolivianos para bloquear el rally Dakar, América Latina está experimentando un rico tapiz de movimientos ciudadanos enérgicos. Teniendo en cuenta estos dos paradigmas contemporáneos, se podría afirmar que América Latina está atravesando un proceso de compromiso democrático desde abajo. Es un movimiento político y civil instigado y dirigido por actores de base urbanos y rurales que luchan por lograr un sistema verdaderamente democrático, un sistema democrático donde prevalezca la justicia social, económica, cultural y ambiental. La lucha no está exenta de enemigos. Hay un enemigo profundamente arraigado que desde el período poscolonial ha tratado de preservar sus privilegios de clase, sus intereses económicos y su control económico. La derecha latinoamericana no está exenta de poderosas herramientas para subvertir la democracia y obstruir el cambio social. Y los medios de comunicación son una de las más formidables. En un enfoque amplio y de gran alcance, este artículo examina, contextualiza y actualiza el papel que desempeñan los medios de comunicación como “organizadores ideológicos” de la derecha latinoamericana. En este contexto, este artículo hace especial hincapié en El Mercurio de Chile, considerado el “periódico de referencia” del país. Es el diario en español más antiguo que circula actualmente y es el “organizador ideológico” mediático arquetípico de la derecha. Su papel en la subversión de la democracia y la supresión de los movimientos sociales progresistas no puede subestimarse.
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