Ilija Aleksic, Vladamir Mouraviev y David Albala
Las recomendaciones de detección deben tener en cuenta la evolución variable del cáncer de próstata en cada paciente. Si bien el cáncer de próstata se considera comúnmente un proceso de crecimiento lento, esta generalización excesiva está llena de suposiciones potencialmente peligrosas para las personas que presentan formas agresivas de la enfermedad. La detección generalizada con antígeno prostático específico comenzó a fines de la década de 1980, y la mortalidad por cáncer de próstata disminuyó durante las últimas dos décadas. Este enfoque ha llevado a una disminución sustancial en el diagnóstico de la enfermedad de alto grado. Por lo tanto, los datos de toda la población respaldan la utilidad de la detección del cáncer de próstata con antígeno prostático específico. El propósito de este artículo es evaluar el estado actual de la detección de próstata a la luz de las pautas del Grupo de Trabajo de Servicios Preventivos de EE. UU. contra la detección sistemática y las pautas publicadas más recientemente de la Asociación Urológica Estadounidense para la toma de decisiones compartida centrada en la educación y la autonomía del paciente. La diferencia en las recomendaciones surge de la interpretación de los resultados de grandes ensayos de detección prospectivos aleatorizados. Si bien los estudios pueden no demostrar un beneficio significativo para la detección, tienen limitaciones notables que dificultan la obtención de conclusiones definitivas basadas en sus resultados. Los datos epidemiológicos respaldan el uso de modalidades de detección para enfermedades con alta prevalencia y una fase asintomática prolongada. Como ocurre con cualquier prueba, existen riesgos asociados con la detección del antígeno prostático específico. Las principales preocupaciones son el exceso de diagnóstico y tratamiento. Mientras la comunidad científica trabaja para lograr pruebas de detección más específicas, es imperativo que los pacientes individuales sean educados y participen en la toma de decisiones compartida. La percepción del paciente de su daño y beneficio individual se convierte en un factor importante en el proceso de toma de decisiones cuando la evidencia es en gran medida inconcluyente e incapaz de proporcionar una dirección definitiva para el médico.
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