Miguel Galea
La actual pandemia de COVID-19 amenaza a la humanidad de diversas maneras, especialmente debido a la naturaleza impredecible de su curso y progreso. El impacto de COVID-19 en la salud mental varía de un lugar a otro, pero se siente ampliamente en todas partes. El impacto es más pronunciado en los grupos vulnerables dentro de cada población. La investigación está empezando a mostrar que esta realidad tiene impactos tanto a corto como a largo plazo, y debemos abordarla de manera integral. Esta pandemia ha golpeado donde realmente duele: uno de nuestros supuestos humanos básicos, el de una sensación de control. Lidiar con este miedo a lo desconocido nos ha puesto cara a cara con nuestra existencia y finitud.
Los datos actuales de Malta, recopilados por la Fundación Richmond, sugieren cada vez más un panorama preocupante sobre el estado de salud mental de las personas de todos los ámbitos de la vida, en particular entre las personas mayores. El aumento de la ansiedad y el estrés es bastante importante, junto con una menor confianza en la percepción de los encuestados sobre el manejo de la situación de la pandemia local. Además, los resultados apuntan a un aumento de la proyección y el alcance hacia el exterior de los participantes, mientras que se reduce el autocuidado de los sujetos. Se discutirán una serie de sugerencias prácticas, en particular en vista de la prestación de cuidados.
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